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Ferdinando Camon

"Escribo por venganza. No por justicia, no por santidad, no por gloria: sino por venganza. En todo caso, siento en mi interior que esta venganza es justa, santa, gloriosa.

Mi madre sólo sabía escribir su sombre y su apellido. Mi padre poco más. En la región donde nací, los campesinos analfabetos firmaban con una cruz. Cuando recibían una carta del ayuntamiento, del ejército, de los carabineros (nadie más escribía a los campesinos), se asustaban e iban a que el cura les leyese la carta. Los he visto pasar varias veces, yo era un niño. Desde entonces he sentido la escritura como “un instrumento de poder”, y siempre he soñado pasar al otro lado, dominar la escritura, pero para emplearla en favor de los que no la conocían: para llevar a cabo sus venganzas.

Pero ellos no querían vengarse y, por lo tanto, no se sienten representados por mí. Y aquellos a quienes intento vengar me consideran -con justicia- como un enemigo. Así que estoy aislado, no consigo unirme a nadie. Por todos los lugares que he pasado, he sido un desconocido, un expulsado, no he sido reconocido, no he sido aceptado: familia, país, mundo literario, mundo católico, partido comunista, psicoanálisis. Soy aquél a quien no se le puede otorgar ninguna confianza, el que puede traicionar. Cada una de mis traiciones consiste en la repetición de la primera traición: me apoderé de la escritura para vengar a los analfabetos, pasé a través del catolicismo para enseñarle lo que es la santidad, describí a los grupos violentos para juzgarlos desde el interior, y entré en el psicoanálisis para “dominar” al psicoanalista.

Consecuencias: en mis comienzos, cuando publiqué mi primer libro, Figura humana, el alcalde del pueblo del que hablaba quería llevarme ante los tribunales, y un mes después, en Venecia, sería acusado por el periódico demócrata cristiano de esta ciudad. Siempre, desde el principio, la primera reacción con que me encuentro es el rechazo, la condena, la censura. He escrito sobre todos los periódicos italianos, y fui censurado por todos; desde l’Unitá hasta l’Osservatore Romano, desde el Corriere de la Sera hasta Paese Sera.

Si hubiera de definir la venganza, diría que es una justicia neurótica. Cuando digo que escribo por venganza, quiero decir que escribo para hacer una justicia desmesurada, eterna y por lo tanto injusta: la escritura debe ser una exaltación o un castigo destinado a durar siempre. Necesito cultivar la ilusión de que esto es posible. No importa que se trate de una ilusión: si tomo conciencia de que mi operación no durará mucho tiempo, mi vida ya no tendría justificación. De ahí, la necesidad de escribir poesía y novelas, no política: la política ejecuta una venganza demasiado provisional. Cuando escribía Figura humana, quería hacer la apología de los últimos, vengar su condición de reprimidos. No hay diferencia entre la represión política, militar, económica, sexual, etc., todas se relacionan. Y en consecuencia, la expresión -que es justo lo contrario de la represión- las venga a todas. Al escribir La vida eterna, quería vengar a los partisanos campesinos, su condición oscura, sin gloria. Puesto que el jefe de la SS de esta zona de Italia (del que hablo en mi libro) fue descubierto cuando La vida eterna apareció, y que murió antes de que pudiera acudir a Venecia para asistir al proceso, me gusta imaginar La vida eterna como una bala disparada desde aquí a Alemania. (La vida eterna se había incluido como prueba por parte de la acusación).

Con Apoteosis, quise hacer mi proceso personal de santificación, remplazando al de la Iglesia: quise hacer la mayor apología del más miserable de los personajes, emplear la santificación como una venganza social. Y con la enfermedad humana, intenté transformar los roles del psicoanálisis, concibiendo la transferencia como el instrumento a través del cual el paciente se conoce a sí mismo y al psicoanalista. El psicoanálisis es algo que no se puede, que no se debe contar: está lleno de tabúes. El que lo cuenta rompe no un tabú sino un conjunto de tabúes.

Encargada de estos deberes, que quizá no sabría soportar, la escritura me utiliza. Al aceptar esta utilización, me castigo a mí mismo: me castigo por las injustas justicias que devuelvo cada día en cada línea de mi escritura. Y el círculo se cierra: la escritura es culpa y expiación, pecado y absolución, venganza de una culpa, culpa por esa venganza, justicia por esa culpa."

Ferdinando Camon
Italia
Nació en 1935 en la región de Padua. Destacan: Primo Levi en diálogo con... [Muchnik Ed.], El super-baby [Ed. Seix Barral].