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Inger Christensen

"La poesía se desarrolla como la música en el tiempo.

En cada poema hay una partida y una llegada.

A lo largo del camino el tiempo de lectura de un poema se transforma en tiempo propio del poema, y la llegada parece retrasarse infinitamente. Tal vez no se llegue jamás. Tal vez nunca llegue la muerte.

Sé que voy a morir y que mi vida solo tiene un sentido. Pero en el momento de acceder a la poesía tengo acceso a un universo que se despliega en todas direcciones.

Es aquí donde me disuelvo y me convierto en una parte de aquello que siempre ha existido.

Es como el sentimiento que podemos tener un día muy caluroso de verano, cuando la luz es suave y brumosa, como si se pudiera tocar. Los colores son tan intensos y se disuelven los unos en los otros de tal forma, que se pasa directamente a través de ellos.

Visto así, es cuando el tiempo se disuelve y se transforma en espacio, cuando el universo poético asume la definición de nuestras vidas, cuando el yo y el tú se encuentran en los otros.

Hubo un tiempo en que la investigación poética iba a la par con el espacio. Se sumergía en lo desconocido para hallar lo nuevo. Ahora, se conoce cada pequeño rincón y está controlado. Lo nuevo y lo desconocido se denominan simplemente progreso antes casi de haber tenido lugar.

Quizá haya llegado el momento de que el antiguo coraje de sumergirse en lo desconocido sea sustituido por el intento de hacer pie en lo conocido. Por una especie de repetición lingüística de lo que ya existe.

Porque el mundo tal vez estaba bien como estaba, sin nosotros.

Quizá ha esperado sencillamente a que la humanidad alcance la edad de expresar lo que el mundo se ha susurrado a sí mismo desde el comienzo.

Veo el lenguaje, y también el lenguaje poético, como una prolongación de la biología.

Por lo tanto, cuando escucho atentamente los pequeños movimientos del lenguaje, las menores diferencias entre los sonidos y los colores, y por ello los significados, me hallo tal vez en disposición de hablar la misma lengua que la que hablan el viento, la lluvia y las hojas. Y esas lenguas quizá no sean muy diferentes de la lengua del cuerpo. Como si las células pudieran ser palabras que se comunican entre sí por medio de la química. Y para mí, tratar a las palabras como células vivas forma parte del trabajo del poeta.

Así, el lenguaje poético actúa con la unidad de las palabras y las cosas. Las cosas hablan su propio y distinto idioma. La poesía es lo que ella dice.

Y como poeta, intento recordar siempre que si contemplo el mundo, es al mismo tiempo una parte del mundo la que contemplo.

Es cierto que vivimos en dimensiones temporales diferentes. Los árboles tienen su propio tiempo. Las piedras otro distinto. Pero todas esas lenguas, la lengua botánica, cristalina, matemática, etc., son conversaciones que el universo mantiene consigo mismo para tener conciencia de sí mismo.

Como poeta yo proporciono, pues, ese “saber”, pero me exijo al mismo tiempo que ese saber no humano trace una curva de la temperatura social. Experimento con una poesía que es un intento de crear una impresión en la que los seres puedan unirse y sobrevivir.

Roland Barthes dijo que el hecho de sorprenderse sería ya estar enamorado.

El alfabeto constituye una memoria que permite recordar todas las cosas que existen en el mundo.

Pero es solo en el momento de enamorarse del alfabeto y de sus mínimas partículas alfabéticas cuando existe la posibilidad de que el mundo nos hable en la lengua que nos prestó. Pienso, luego existo, escribió Descartes.

Quiero transformar esta frase para adecuarla a mi estrategia poética: pienso, luego formo parte del laberinto.
El laberinto como una especie de pensamiento común, la cinta de Moebius entre los hombres y el mundo."

Inger Christensen
Dinamarca
Nació en Vejle en 1935. Estudios de medicina, matemáticas y química. Es poeta, escribe también novela o ensayo, pero no le gusta establecer distinciones entre los géneros. Sus primeras colecciones de poemas son Lys (Luz) y Graes (Hierba), donde hay una fuerte presencia de la naturaleza; el mar, los inviernos nevados. En 1999 se publicaron sus obras completas en edición alemana. En castellano, Ediciones del Bronce ha publicado La habitación pintada: un relato de Mantua.