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Thomas Bernhard

Mi abuelo era escritor. Hasta después de su muerte no me atreví a ponerme a escribir. Cuando yo tenía dieciocho años, se descubrió en el pueblo en donde había nacido mi abuelo una placa en recuerdo suyo. Después de la ceremonia todos fueron al albergue de mi tía. Yo también estaba allí, y mi tía, dirigiéndose a unos periodistas que cubrían la información, dijo: «Allí está el nieto, que nunca será nada, aunque a lo mejor también sabe escribir».

Entonces uno dijo: «Mándemelo el lunes». Así recibí el encargo de escribir sobre un campo de refugiados. Al día siguiente mi reportaje ya figuraba en el diario. No he vuelto a sentirme tan entusiasmado en mi vida. Es una sensación maravillosa: escribir algo que se imprime durante la noche, aunque sea mutilado y recortado. Pero en fin, ahí estaba. De Thomas Bernhard. ¡Había sudado sangre para escribirlo! Durante dos años escribí la crónica judicial, que volvió a mi memoria cuando me puse a escribir prosa.

Un tesoro inestimable. Creo que de ahí surgen mis raíces. Todo lo que escribo lo hago sólo para mí. Todo el mundo hace todo sólo para sí, tanto el funambulista como el panadero, o el revisor de tren, o el acróbata del aire. Con la salvedad de que en las acrobacias aéreas, durante el espectáculo, el público mira al cielo, y mientras el aeroplano está volando, la gente ya espera que se estrelle. Con los escritores pasa lo mismo, con una diferencia importante: mientras el aviador sólo se estrella una vez, en cuyo caso suele matarse o quedar muy mal parado, el escritor suele también salir muerto o mal parado pero siempre resucita. Siempre vuelve a dar el espectáculo. Y cuanto más viejo se hace más alto vuela, hasta que un día se le pierde de vista. Entonces la gente se dice: ¡Qué raro! ¿Cómo es que no ha vuelto a estrellarse?

Yo gozo escribiendo, lo que no es nada nuevo. Escribir es el único lazo que aún me ata, claro que la cuerda está algo deshilachada.

Pero en fin, así es. Nadie es eterno, pero mientras dure mi vida, viviré escribiendo. La escritura es mi existencia. Hay meses, o años, en los que no puedo escribir. Es horrible. Pero en algún momento siempre vuelve, y entonces algo se fragua. Este ritmo es terrorífico y extraordinario a la vez: es algo que los demás probablemente no conocen.

Thomas Bernhard
Austria
Nacido en Heerlen (Holanda). Una tuberculosis pulmonar le obligó a permanecer varios años internado en un sanatorio. Sus obras más significativas son las cinco novelas que componen su autobiografía: El origen, El sótano, El aliento, El frío y Un niño [Ed. Anagrama]. Sus personajes son seres aislados que expresan sus ideas y obsesiones, caracterizadas por una inusual lucidez, a través de un monólogo ininterrumpido.