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Diario literario (Agotado)
La edición completa del diario literario de Paul Léautaud ocupa, por si sola, un estante de biblioteca. Comprende diecinueve volúmenes. Como sus propias dimensiones podían apartarla de numerosos lectores a quienes sin embargo interesa la personalidad de Léautaud, hemos creído necesario ofrecerles una especie de antología de este famoso diario.
¿Cómo elegir los textos que íbamos a incluir? No ocultaremos el problema con que nos hemos encontrado. Había que procurar no traicionar a Léautaud, no rechazar ninguno de los temas que le gustaban, atormentaban o irritaban, no censurar lo que sus palabras tienen a veces de un tanto libertina, pero no manifestar tampoco preferencia por las más picantes.
Había que hacer también de modo que la selección efectuada entre las miles de páginas constituyesen finalmente algo distinto de un simple conjunto de muestras. Hemos tenido también cuidado de conservar todo o casi todo lo que Léautaud había escrito relativo ya sea a uno de los episodios de su existencia, ya sea a un acontecimiento que hubiese retenido su atención.
No sabríamos enorgullecernos de haber conseguido así ofrecer en un solo volumen el equivalente de lo que contienen diecinueve, pero al menos confiamos en que la imagen que pueda evocarse de Leáutaud a partir de nuestra selección de páginas no esté desprovista de semejanza.
Añadimos que a pesar de los argumentos que militaban en favor de esta edición de fragmentos del diario literario, no la hemos emprendido sin reservas. ¿No había dicho y repetido Léautaud que deseaba que su diario fuese publicado íntegramente, sin admitir otras supresiones que las de los pasajes que ciertas personas a quienes nombraba hubiesen podido considerar como difamatorias? Hecha la reflexión, hemos estimado no contravenir la voluntad del autor, desde el momento en que el diario había sido editado como él lo pedía. Él mismo, por otra parte, lejos de mostrarse hostil a cualquier publicación parcial había confiado numerosas veces fragmentos de su manuscrito a semanarios y revistas literarias. Había permitido incluso que apareciesen algunos fragmentos en una edición facsímil en 1926, después otros fragmentos también en un folleto impreso en Bélgica en tiempos de la ocupación alemana.
Todo esto, desde luego, no significa que Léautaud no lo recriminase si se levantara de su tumba. Nunca estuvo en sus costumbres aprobar lo que hacía el prójimo. Pero la misma forma en que él había comenzado a entregar su diario literario al público eliminaba de antemano ciertas objeciones de principio. Es lo que ha disipado nuestros escrúpulos.
Pascal Pia